Hace algunos dias he llegado a la conclusión de que el amor y el dolor van agarrados de la mano; tal parece que para poder ser feliz, primero tienes que sufrir,¿es que acaso el sufrimiento va acompañadonos hasta el dia que nacemos?, no creo que haya una persona que no haya sufrido alguna vez, hasta las que se dicen que han encontrado el amor de su vida, siempre terminan sufriendo de alguna u otra manera, pues como hoy ando un tanto decepcionado de uno de los sentimientos mas hermosos que existe(el amor no vallan a creer que es el dolor!), dejo este cuento de la escritora Paloma Orozco Amoros, incluido en el libro "Historias de la otra Tierra"espero que les guste mucho...ya veran como lo que digo en lineas arriba tiene algo de cierto.
LA ÚLTIMA.
Era la ultima de su especie: una Galanthus nivalis,la campanilla de las nieves.
Se encontraba por error en aquel jardín, donde su melena blanca desafiaba cada verano al calor.
Era vanidosa, arrogante...,pero bella.
Se jactaba de tener un corazón hecho de frío y de que ni siquiera el sol podría abrasarlo.Aguantaba estoicamente los embates de aquel astro que le quemaba el alma con sus rayos ardientes.
Sudaba y sudaba...Las gotas transparentes resbalaban por su talle altivo como el rocío de la mañana.
Estaba orgullosa de ser la única representante de su especie. Hasta incluso había ejercido de top model,siendo fotografiada para ilustrar un libro sobre flores y plantas.
Allí su imagen ocupaba un lugar destacado.
Muchos pretendientes habían desfilado ya por el jardín, como en un cuento de princesas: la lista comenzaba con el Narciso Trompón(le parecía mentira su fama de guapo con aquellas napias que tenìa) y seguía con la Palma real Orejuda(lo de "real" sonaba bien, pero se partía de risa cuando veía sus orejas), el Aster común de Standley(demasiado común y demasiado americano), el Gladiolo vulgar(no le gustaban esas flores cigomorfas y además vulgares), el Calistemo de Nueva Caledonia(ese estaba bien, pero se pasaba todo el día hablando de su tierra natal, allá en Oceanía), el Heliotropo de Perú(¡valla nombrecito!, cómo iba a unir su destino al de alguien llamado así), y un largo etcétera.
Por tener pretendientes, los tenía hasta exóticos, como el Ciclamen de Persia(tenía una raíz demasiado sudorífica), o el Crisantemo de China(aunque ella odiaba los ojos rasgados). Incluso había por ahí uno llamado Jacinto,que, a pesar de su nombre grecolatino, era originario de Ceilán.
Una vez estuvo a punto de decidirse por el Nardo a secas-O espinacardo, como le gustaba que lo llamasen-, pero era perfumista y tenía una empresa que le absorbía por completo; y ella lo que necesitaba era que le dedicaran mucho tiempo.
Lo cierto es que se reía de todos y no quería a ninguno. ¡Como iba a casarse con alguien inferior! Aunque la supervivencia de su especie estuviera en peligro, había decidido permanecer soltera hasta encontrar un digno prometido de su misma clase.
Un día, en la noche de San Juan, le presentaron al cactus. Le pareció robusto y poderoso con todas aquellas espinas rodeándole. Tenía una apariencia de serena majestad que francamente no le disgustaba. Trataba a los demás con una soberbia que le hacía parecer superior al resto. Procedía de Grecia y, como imposición, todos debían llamarle Omphalós,que en griego significa "ombligo". Había adoptado este apodo porque evidentemente se sentía el ombligo del mundo.
Esa noche mágica, nuestra Campanilla de las nieves se reunió alrededor de la hoguera con las demás flores para celebrar el comienzo del verano y, no le importó soportar el calor de la fogata, porque en su interior otro fuego más abrasador estaba naciendo: el fuego del amor.
Se enamoró de Omphalós, aun sabiendo que esa clase de pasión era del todo imposible.
Desde ese momento, vivió sólo para él. Cada pensamiento estaba consagrado a su imagen y cada palabra que brotaba tenía un significado sólo si se la dirigía a él.
El cactus, consciente del porder que ejercía sobre aquella flor, se complacía en torturarla con su indiferencia. Pero, cuanto más la despreciaba, más enamorada estaba la campanilla y mas deseaba la compañía del cactus.
Ahora comprendía lo que era amar, y se arrepentía profundamente de haberse reído de los sentimientos de todos los que habían querido.
El cactus, por otra parte, estaba comprometido con una bella Mimosa púdica,de flores pequeñas y tallo espinoso, cariñosa y solícita.
Una tarde estival, mientras el sol arañaba el aire con sus garras, la campanilla rogó al cactus que la abrazara.
Éste, a sabiendas de que aquello significaría la muerte de la flor, la aprisionó entre sus potentes brazos hechos de aceradas espinas.
La campanilla sintió como una punzada en el corazón. Todo su cuerpo había sido atravesado por agudos estiletes. Su talle se tronchó para siempre y su espíritu impregnó el aire de nostalgia.
Sus pétalos, teñidos de rojo, se desprendieron y, como mariposas de fuego, volaron libres fundiéndose con el azul. Su alma fue a parar a un lugar de hielo, donde ahora es la encargada de hacer sonar sus campanitas cuando las almas perdidas encuentran su lugar en el cielo.
Entonces todo se llena de una delicada música que vibra al compás del firmamento.
Se diría que sólo durante ese instante la muerte sonríe complacida en su Palacio de soplos de nieve. Parece que incluso la furia sombría de la tormenta de viento se calma, y los fríos copos se derriten al sentir aquellos acordes apasionados.
Y todo es porque, en aquel lugar alejado de las risas que conforma el tiempo detenido, una hermosa Galanthus nivalis ha encontrado por fin su destino.
En la Tierra, ahora, hay otra clase de flor. Desciende de la última Galanthus nivalis. Es una flor que posee una parte de dolor y otra de entrega; porque ¿qué sería del amor sin espinas?
Hoy, esa flor está por todas partes. Se la conoce con el nombre de rosa.
LA ÚLTIMA.
Era la ultima de su especie: una Galanthus nivalis,la campanilla de las nieves.
Se encontraba por error en aquel jardín, donde su melena blanca desafiaba cada verano al calor.
Era vanidosa, arrogante...,pero bella.
Se jactaba de tener un corazón hecho de frío y de que ni siquiera el sol podría abrasarlo.Aguantaba estoicamente los embates de aquel astro que le quemaba el alma con sus rayos ardientes.
Sudaba y sudaba...Las gotas transparentes resbalaban por su talle altivo como el rocío de la mañana.
Estaba orgullosa de ser la única representante de su especie. Hasta incluso había ejercido de top model,siendo fotografiada para ilustrar un libro sobre flores y plantas.
Allí su imagen ocupaba un lugar destacado.
Muchos pretendientes habían desfilado ya por el jardín, como en un cuento de princesas: la lista comenzaba con el Narciso Trompón(le parecía mentira su fama de guapo con aquellas napias que tenìa) y seguía con la Palma real Orejuda(lo de "real" sonaba bien, pero se partía de risa cuando veía sus orejas), el Aster común de Standley(demasiado común y demasiado americano), el Gladiolo vulgar(no le gustaban esas flores cigomorfas y además vulgares), el Calistemo de Nueva Caledonia(ese estaba bien, pero se pasaba todo el día hablando de su tierra natal, allá en Oceanía), el Heliotropo de Perú(¡valla nombrecito!, cómo iba a unir su destino al de alguien llamado así), y un largo etcétera.
Por tener pretendientes, los tenía hasta exóticos, como el Ciclamen de Persia(tenía una raíz demasiado sudorífica), o el Crisantemo de China(aunque ella odiaba los ojos rasgados). Incluso había por ahí uno llamado Jacinto,que, a pesar de su nombre grecolatino, era originario de Ceilán.
Una vez estuvo a punto de decidirse por el Nardo a secas-O espinacardo, como le gustaba que lo llamasen-, pero era perfumista y tenía una empresa que le absorbía por completo; y ella lo que necesitaba era que le dedicaran mucho tiempo.
Lo cierto es que se reía de todos y no quería a ninguno. ¡Como iba a casarse con alguien inferior! Aunque la supervivencia de su especie estuviera en peligro, había decidido permanecer soltera hasta encontrar un digno prometido de su misma clase.
Un día, en la noche de San Juan, le presentaron al cactus. Le pareció robusto y poderoso con todas aquellas espinas rodeándole. Tenía una apariencia de serena majestad que francamente no le disgustaba. Trataba a los demás con una soberbia que le hacía parecer superior al resto. Procedía de Grecia y, como imposición, todos debían llamarle Omphalós,que en griego significa "ombligo". Había adoptado este apodo porque evidentemente se sentía el ombligo del mundo.
Esa noche mágica, nuestra Campanilla de las nieves se reunió alrededor de la hoguera con las demás flores para celebrar el comienzo del verano y, no le importó soportar el calor de la fogata, porque en su interior otro fuego más abrasador estaba naciendo: el fuego del amor.
Se enamoró de Omphalós, aun sabiendo que esa clase de pasión era del todo imposible.
Desde ese momento, vivió sólo para él. Cada pensamiento estaba consagrado a su imagen y cada palabra que brotaba tenía un significado sólo si se la dirigía a él.
El cactus, consciente del porder que ejercía sobre aquella flor, se complacía en torturarla con su indiferencia. Pero, cuanto más la despreciaba, más enamorada estaba la campanilla y mas deseaba la compañía del cactus.
Ahora comprendía lo que era amar, y se arrepentía profundamente de haberse reído de los sentimientos de todos los que habían querido.
El cactus, por otra parte, estaba comprometido con una bella Mimosa púdica,de flores pequeñas y tallo espinoso, cariñosa y solícita.
Una tarde estival, mientras el sol arañaba el aire con sus garras, la campanilla rogó al cactus que la abrazara.
Éste, a sabiendas de que aquello significaría la muerte de la flor, la aprisionó entre sus potentes brazos hechos de aceradas espinas.
La campanilla sintió como una punzada en el corazón. Todo su cuerpo había sido atravesado por agudos estiletes. Su talle se tronchó para siempre y su espíritu impregnó el aire de nostalgia.
Sus pétalos, teñidos de rojo, se desprendieron y, como mariposas de fuego, volaron libres fundiéndose con el azul. Su alma fue a parar a un lugar de hielo, donde ahora es la encargada de hacer sonar sus campanitas cuando las almas perdidas encuentran su lugar en el cielo.
Entonces todo se llena de una delicada música que vibra al compás del firmamento.
Se diría que sólo durante ese instante la muerte sonríe complacida en su Palacio de soplos de nieve. Parece que incluso la furia sombría de la tormenta de viento se calma, y los fríos copos se derriten al sentir aquellos acordes apasionados.
Y todo es porque, en aquel lugar alejado de las risas que conforma el tiempo detenido, una hermosa Galanthus nivalis ha encontrado por fin su destino.
En la Tierra, ahora, hay otra clase de flor. Desciende de la última Galanthus nivalis. Es una flor que posee una parte de dolor y otra de entrega; porque ¿qué sería del amor sin espinas?
Hoy, esa flor está por todas partes. Se la conoce con el nombre de rosa.
4 Comments:
Me gusto el blog, es muy sincero y real, en particular el poema de la rosa... tambien estoy de acuerdo en lo de sufrir para entender que soy y en donde me encuentro. Sigue adelante con él... y pues atrasado ... Feliz cumpleaños....
Es padre como mezclas tus ideas con poemas o historias, que bueno que tengas un lugar para expresarte y sobre todo tan bonito. Mucha suerte en todo lo que hagas niño, y con todo lo que se cruce en tu camino, no olvides que al caminar es hacia adelante, aun si tienes tropezones... cuidate mucho, salu2 y suerte! =)
Es interesante la mezcla de la ficcion con sentimientos y lo que se intenta expresar en el trasfondo. La historia claramente intenta dar a un punto de la vida cotidiana, algo que ocurre a todos.
pos... esta bien y saludos, me parece que la historia la habia leido o escuchado con una version distinta, pero esta es mas "profunda"
See Ya!
Ayer una amiga me hizo un regalo. Ese regalo era el relato.Me dijo que identificaba ese relato conmigo, con mi actitud, con mi manera de ver el mundo con mi manera de sentir el amor, y hasta las reacciones que tienen para conmigo.
Nunca me habian regalado un relato y desde luego fue el mejor regalo que me han echo nunca.Nunca me habian descrito tan bien, y mis lagrimas despues del relato son muestra de mi agradecimiento a esa persona.
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